martes, 31 de marzo de 2020

BRECHA DIGITAL

BRECHA DIGITAL DE GÉNERO: LA MUJER Y LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS 
MÓNICA ARENAS RAMIRO 
Profesora Ayudante Doctora de Derecho Constitucional Universidad de Alcalá́ 

Resumen

Las nuevas tecnologías pueden reportar numerosas ventajas y beneficios a las personas, y son el motor de la Sociedad de la Información y del Conocimiento en el mundo globalizado que vivimos. La forma en la que nos acerquemos y hagamos uso de estos nuevos avances será́ lo que determinará nuestra integración social en un futuro no muy lejano. 

Tenemos que partir del hecho de que las nuevas tecnologías son un instrumento más en manos de las personas, y que las mismas tendrán los efectos positivos o negativos que nosotros mismos les demos. 

Es sabido que el desarrollo tecnológico, por un lado, ofrece a las personas nuevas herramientas que les facilitan la consecución de sus objetivos, pero, por otro, plantean siempre nuevos problemas, amenazas y retos para sus derechos. Por poner un ejemplo, un teléfono móvil se ha convertido en una “herramienta” indispensable en nuestra vida diaria, con la que llamamos por teléfono, mandamos mensajes, hacemos fotografías e incluso las subimos a Internet. Bien, esto nos posibilita estar en contacto y en comunicación directa y continua con amistades o compañeros/as de trabajo; pero, por otro lado, el volumen de información que estamos transmitiendo de nosotros y compartiéndola, nos convierte en blancos vulnerables y fácilmente manipulables. 

Pero día a día comprobamos también como las nuevas tecnologías, por su ruptura con los tradicionales conceptos de espacio y tiempo, han supuesto múltiples ventajas para los derechos personales.

IGUALDAD Y NUEVAS TECNOLOGÍAS 

Desde tiempos remotos, la lucha por la igualdad ha sido la motivación esencial del constitucionalismo, con el fin de, por un lado, controlar el poder y, por otro lado, garantizar la libertad. La igualdad es el principio estructural más importante de todo Estado constitucional. Se le ha definido como “la clave de bóveda del edificio constitucional”,pues, de lo contrario, un tratamiento desigual generaría un ejercicio arbitrario del poder y, en ultimo termino, dificultaría la realización de los derechos fundamentales.Así las cosas, en una sociedad como la nuestra, que se proclama democrática, la exclusión de cualquier grupo social o minoría es un fenómeno intrínsecamente contrario al propio concepto de democracia.es en el terreno de las nuevas tecnologías donde veremos que no todo el mundo tiene acceso y hace uso de las mismas en condiciones de igualdad, siendo el colectivo femenino el más perjudicado.Teniendo en cuenta que las nuevas tecnologías son el motor económico, social y político de la sociedad en la que vivimos, y, en consecuencia, que la posición que las personas tengan respecto de las mismas determinará la posición que los individuos tengan en la sociedad, la exclusión de las mujeres en este campo, supone no solo una lesión de un derecho fundamental, sino la lesión del propio principio democrático. 

La brecha digital de genero 
Por visualizar la magnitud del fenómeno tecnológico, el número de usuarios y usuarias de Internet que se cifraba en 1995 en nueve millones, supera en la actualidad los mil millones de internautas. 

En este sentido, es evidente que en un futuro inmediato, aquellos ciudadanos/as que no sepan desenvolverse en la cultura y tecnología digital (esto es, que no sepan conectarse y navegar por redes, buscar la información útil, o comunicarla a otros) no podrán acceder a la cultura y al mercado de la Sociedad de la Información. Es decir, aquellos ciudadanos que no estén cualificados para el uso de las TIC tendrán una mayor probabilidad de ser marginados. Se producirá́ así́ un “analfabetismo tecnológico”, que tendrá́ como consecuencia una mayor dificultad en el acceso, búsqueda y promoción laboral, y como no, una mayor probabilidad de caer en la manipulación informativa. 

Esta desigual distribución y acceso a las tecnologías de la información y la comunicación provoca lo que se ha venido en denominar “brecha digital” entre quienes tienen acceso a las citadas tecnologías y quienes no lo tienen. Esta expresión, “brecha digital”, fue utilizada por primera vez durante la Administración Clinton (1997-2001) con la expansión de las nuevas tecnologías, haciendo referencia a la diferencia previa al acceso a las tecnologías, refiriéndonos a “conectados” y “no conectados”. 

La discriminación que sufren algunos colectivos se vería ampliada por las dificultades de acceder a las nuevas tecnologías. Los motivos que llevan a la exclusión social se pueden ver agravados por una exclusión digital, provocando así́ lo que algunos autores han denominado “desigualdad digital”. 

La brecha digital es una manifestación más de las brechas sociales, económicas y políticas existentes en una sociedad, por lo que dirigirse únicamente a la brecha digital no ayudará a las personas a superar sus diferencias, sino que habrá́ que llevar a cabo transformaciones de hondo calado a nivel económico, social y legal. 
El conocimiento y la tecnología avanzan y progresan para todos, pero el problema es que no todos pueden acceder en la misma medida a sus beneficios. 

Y entre estos colectivos vulnerables, que encuentran mayores dificultades a la hora de acceder a la tecnología, se encuadran las mujeres, como ahora veremos. 
Cuando la desigualdad se produce entre personas por su diferencia de sexo, estamos entonces ante lo que se ha denominado “brecha digital de género”. Las desigualdades existentes entre hombres y mujeres en el terreno de las nuevas tecnologías e Internet, tienen diferentes manifestaciones, que van desde el acceso, pasando por la intensidad del uso, hasta el tipo de uso que se les da, sin olvidar, lógicamente, los factores económicos y socio-culturales que las rodean. 
Por dar algunas cifras (sacadas del Observatorio del Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad), en España, en 2010, frente a un 48% de mujeres que había utilizado Internet en los tres últimos meses, la cifra masculina alcanzaba el 53%. Las mujeres se conectan un 10% menos que los hombres, y además, el destino de las búsquedas suele centrarse en bienestar social (empleo, salud o formación), frente al objetivo del consumo y ocio de los hombres. 

Numerosos estudios han demostrado que en este aspecto, existe una gran diferencia entre hombres y mujeres. Se ha comprobado la importante segmentación de determinados tipos de usos de Internet en función del género. Mientras que los hombres utilizan las nuevas tecnologías para el consumo y el ocio, las mujeres las emplean para servicios relacionados con el bienestar social: empleo, salud o formación. 

En España la situación no es muy diferente de nuestro entorno europeo. En consonancia con los países de nuestro entorno geográfico y socioeconómico, aunque el volumen de población usuaria de Internet ha aumentado de forma considerable en los últimos años, e incluso debemos decir que la cifra del uso femenino ha ido en aumento desde 2002, el porcentaje de mujeres internautas está todavía, sin embargo, por detrás del de los hombres. 
Si bien el concepto de brecha digital de género surgió́ en relación con las diferencias de acceso entre hombres y mujeres a las infraestructuras de las tecnologías de la información y la comunicación, actualmente, se ha comprobado como el acceso no era el único punto que provocaba ese distanciamiento entre ambos sexos, sino que las capacidades de uso, apropiación y las posibilidades de participación en su diseño y desarrollo son factores que condicionan la posición de la mujer frente a estas nuevas herramientas. 

Tal y como manteníamos al comienzo de este trabajo, al señalar que las tecnologías eran neutras, siendo su uso lo que provocaba las disfuncionalidades existentes, debemos ser conscientes de que la difusión de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación no es neutral respecto al sexo de la persona, y sus efectos variarán en función del origen de la mujer, de su clase social, posibilidad de acceso a la educación o incluso raza o edad. Si bien Internet es el ámbito idóneo para que las mujeres puedan expresar sus opiniones, no menos cierto es que deben hacerse un hueco en lo que se ha denominado el “nuevo club de hombres”. Y para ello, se debe aplicar la ya citada perspectiva de género, no solo propiciando un mayor acceso a las nuevas tecnologías por parte de las mujeres, sino fomentando y acercándolas a su uso, y, lo que es más importante, incluyéndolas en los procesos de creación de contenidos, asignándolas el espacio que las corresponde. 

Aunque la igualdad irá dirigida, la mayoría de las ocasiones, a la adaptación de las mujeres a los estándares masculinos, no debemos quedarnos en este punto. Debemos romper esa concepción masculina de la tecnología y romper la distancia entre hombres y mujeres en este terreno. Y por ello, resulta útil recurrir a las teorías feministas que parten de la consideración de que vivimos en un sistema de dominación patriarcal o masculina, basado en una jerarquía sexual y, por lo tanto, éticamente ilegitima, políticamente disfuncional en un Estado social y democrático como en el que vivimos, y jurídicamente atentatorio de cualquier sistema de garantía y protección de derechos. 

Mejorar la representación de las mujeres en las tecnologías implica, por un lado, incrementar una mano de obra cualificada y requerida por el mundo laboral en sectores con mayores retribuciones y prestigio y, con ello, optar por unas mayores opciones de redistribución de su impacto en las familias y en la sociedad; y, por otro lado, conlleva incrementar la diversidad de perfiles participantes en el desarrollo tecnológico, y con ello, facilitar la posibilidad de que se creen nuevos productos tecnológicos más extensivos y adaptables a estos perfiles diversos, propiciando el crecimiento de la oferta y del sector tecnológico en sí mismo. 


Las mujeres y la tecnología: 
Como hemos visto, la brecha digital tiene su origen en otras brechas, ya sean sociales, económicas.... En este sentido, podemos resumir que la mayoría de desigualdades que se han producido a lo largo de la historia han tenido, y tienen, su origen, bien en motivos sociológicos, bien en motivos sexuales. Se ha considerado que la desigual distribución de los medios de producción y de las funciones productivas y reproductivas han provocado una configuración desigual de los sexos que ha generado, históricamente, una desigual distribución del poder. Y esto no ha sido diferente en el acceso y uso de las nuevas tecnologías que, como decíamos al comienzo de este articulo, son el motor de la Sociedad de la Información y del Conocimiento en la que vivimos. 

Aun así́, aunque se hable de “mujeres tecnólogas”, hay que reconocer que la participación femenina en el terreno tecnológico es todavía muy escasa. En este ultimo sentido hay que decir que aunque las nuevas generaciones han propiciado un cambio en estas estadísticas, la presencia femenina en este mundo es inferior de la deseada. Y no solo en lo que al acceso se refiere, como ya hemos señalado, sino en los puestos de diseño y dirección de este campo. 

No será́ hasta bien entrado el siglo XXI, el momento en el que las mujeres compitan con la revolución tecnológica, aunque persisten las citadas brechas digitales. Como venimos repitiendo a lo largo del presente trabajo, el problema no es solo el acceso, sino que es también, y mucho más preocupante, la ausencia del papel femenino en los entornos que lideran las nuevas tecnologías. 

De esta forma, se han analizado, entre otros aspectos, el acceso, las habilidades informáticas y competencias navegadoras, así́ como la intensidad y las pautas de uso de Internet; e incluso, se han analizado los perfiles o condiciones personales y profesionales de las mujeres, con el fin de encontrar las razones de su escasa participación en las nuevas tecnologías. Y aunque se ha hablado de variables o factores personales (como la edad, las habilidades informáticas, la situación laboral....) y de variables contextuales (como el entorno, las infraestructuras...), con el fin de evidenciar las citadas causas que originan la brecha digital de género, podemos hablar de: 

a) Razones educativas, como la escasa alfabetización digital existente, la falta de conocimiento de idiomas -en tanto que muchas paginas web o realidades tecnológicas se encuentran en otro idioma, como el ingles-, o la asignación de roles femeninos y masculinos muy marcados desde las escuelas; 

b) Razones sociales y culturales, que se mantienen vivas en muchas esferas de la vida social y en determinadas culturas, como la todavía visión androcéntrica de determinados puestos de trabajo, especialmente los relacionados con las nuevas tecnologías, o la diferencia entre generaciones, donde se llega a hablar de nativos digitales haciendo referencia a las personas que han nacido en esta época y entorno tecnológico;

c) Razones económicas, no sólo las personales -nada favorecidas por las diferencias salariales entre hombres y mujeres, o la ausencia de una adecuada política de conciliación familiar-, sino también las relativas a la falta de infraestructuras que propicien un acceso a las nuevas tecnologías. Lógicamente no podemos perder de vista que tenemos que situarnos en el contexto español y en las posibilidades que existen en nuestro Estado de acceder a las nuevas tecnologías. Hay que señalar que la realidad del contexto español en cuanto a equipamientos e infraestructuras deja todavía mucho que desear. España tiene demasiadas asignaturas pendientes para facilitar el desarrollo de la Sociedad de la Información de forma adecuada. Por dar algunas cifras, para entender el fenómeno de la brecha digital entre mujeres y hombres en España, aunque los equipamientos e infraestructuras TIC van en aumento, los datos siguen mostrando que existen importantes deficiencias y que su mejora sigue siendo lenta y distante respecto a otros países europeos.

d) Razones políticas y/o jurídicas, como la ausencia de una normativa efectiva que no se limite solo al cumplimiento efectivo de las normas, sino que propicie políticas que contribuyan al mejor y mayor cumplimiento de la igualdad real entre hombres y mujeres. 

CONCLUSIONES 

No podemos negar lo evidente. Y lo evidente es que vivimos en un mundo “conectado”, por lo que tenemos que aprovechar todo lo bueno que se nos ofrece e intentar corregir lo que nos resulte perjudicial. No podemos olvidar que los avances tecnológicos son meras herramientas, meros instrumentos y que son susceptibles de ese doble uso del que venimos hablando. Tendrán los efectos positivos o negativos que se les quiera dar. 

Teniendo en cuenta que las relaciones de poder se mueven actualmente en el entorno de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC), debemos convertir a las mujeres en sujetos de los derechos reconocidos en este entorno (aunque no sólo en este). Quizá́ todo pase por “feminizar el ciberespacio”, como ha mantenido algún autor sobre la convicción de que este paso constituye un gran reto de transformación social para avanzar definitivamente en el acceso igualitario de las mujeres a todos los ámbitos de la esfera social. 

BIBLIOGRAFIA:
BRECHA DIGITAL DE GÉNERO: LA MUJER Y LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS 
MÓNICA ARENAS RAMIRO 
Profesora Ayudante Doctora de Derecho Constitucional Universidad de Alcalá́ 

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